martes, 20 de octubre de 2009
huevos y flores
Porque la noche es ancha
y no ofrece ni panorámicas ni cielos estrellados
huevos para los descreídos,
flores para los inocentes
porque no queda ni espacio ni mensaje
y todo es aparente y hasta real
tormentas para los fríos números,
desnudos para los calientes
porque la noche es ausencia
y no quedan duendes en mis ojos
aserejé para ti,
love supreme para mi
martes, 31 de marzo de 2009
crisis
puestos a soñar
todo cambio podría ser sencillo
recoges el microfilm de tu vida
las cuatro postdatas
y las envías por correo certificado
a la hoguera más adorada
pero como individuos
los miedos y la seguridad
no funcionan con la sencillez
que expresamos los deseos
y como colectivo
apenas queda más ideología
que la de uno mismo
y sí mucha desvergüenza
hace miles de años
que vivimos en la ruina
y a día de hoy –hasta donde yo sé–
el río Hudson sigue bañando
estatuas de nombres ficticios
crisis? dos tazas
domingo, 22 de febrero de 2009
canela
la mujer desnuda sabía a canela
el tiempo eran los brazos abiertos
del hechicero ante la poción
y los silencios
cada uno de los condimentos
que la convertían en ágil y sabrosa
en flor
de abril a marzo
la mujer desnuda
escondía la magia y la palabra
–una vez llegaste tan pronto
que no había flor que no fuese semilla–
su piel
molida y bebida
aún me sabe
jueves, 12 de febrero de 2009
sinceramente
miércoles, 31 de diciembre de 2008
ajeno a la voluntad
martes, 4 de noviembre de 2008
sábanas al sol
éramos rubor bajo un cielo mutuo
tus ojos miraban a un tiempo ya consumido
y sembraba en la noche otras caricias y otros cielos
por ponernos a imaginar
el vino nos colaba en otras vidas futuras
que no serán las nuestras
tus ojos también se posaban
sobre islas improbables
y nadando en esas aguas me explicaban
como nada ni nadie
ha sabido hacerlo nuncahasta aquí hemos llegado
hasta aquí
de puntillas
puedo acercarmehan pasado las noche los cielos y las islas
y hemos llegado a esta ternura del hoy
del hasta aquí
de un hasta mucho
la noche es fría y contemplativa
pero sigue sembrando
como las sábanas tendidas al sol
deseos de alzar el vuelo caricias al viento
siempre bajo un distinto cielo
viernes, 31 de octubre de 2008
frío
domingo, 21 de septiembre de 2008
Gustavo
sábado, 20 de septiembre de 2008
bar messina
en una esquina pueden concurrir
un café fredo con un tajo de sandía
—no nos olvidemos del alcohol,
por supuesto—
el sol de julio baña las espaldas
de una europa africana
y el hielo y la sombra
gritan desde las paradas del mercado
en una tarde de verano tú hablas
de que las noches son extrañas en las islas
cuando llega cubriéndonos de azules
lo poco que sobra se comparte
la luna se hace conversación
en las ciudades de nuestro sur
donde todos buscan saberse
y no escucharse
martes, 9 de septiembre de 2008
no hay sorpresas en el retorno
los mismos calores
ritmo acelerado
que desemboca en ritmo cansino
la patrulla de turno junto al gato de botero
la claraboya impotente ante tanta mierda que engullir
no hay sorpresas
pero he de admitir que a veces
entre jarras de medio litro servidas como cañas
y turistas en objetos perdidos
encuentro conversaciones
rebeldías
complicidades
es lo que queda
jueves, 4 de septiembre de 2008
solete
este sol tiene nueve meses, y se mueve a ritmo de rumba y havaneras
si tarareas te responderá en catalán, si bailas te zapateará un tango flamenco
los colores son los de su abuela, que adivina con las cartas del tarot estrellas de pintalabios
aún no la conocíamos, pero recitando al Pescadilla, la luna se moría de envidia
jueves, 21 de octubre de 2004
Potosí
Socavones, agujeros, pasillos irregulares en todos los ángulos posibles y picados a puro músculo, vetas olvidadas, precipicios, caminos cortados por derrumbes. Cavan hacia arriba, hacia abajo, hacia no sé sabe dónde, pero siempre buscando mineral. Cualquiera
Potosí y sus mineros.
Se calcula que murieron ocho millones de indígenas en la américa colonial en las minas del Cerro Rico de Potosí. Hoy siguen algunos de los hijos de los hijos de los hijos de aquellos. Tradición familiar, te dicen a veces. Putada del destino, digo yo.
Destino consiste en nacer en Potosí y ser hijo de minero.
La mayoría de las cooperativas son simples subterfugios para que un grupo de hombres (las mujeres se quedan en casa, por favor) se pongan a picar, a cavar, a dinamitar roca, a cargar carretillas, a sacar piedras en poleas medievales del interior de este Monstruo que parece no tener fin. ¿Qué apenas queda plata? Pues plomo, zinc, estaño, cobre... el mineral que sea porque, ¿qué será de los ocho mil mineros que se arrastran por su interior el día que el Cerro diga ¡basta!?
Cada socio de la cooperativa va a su aire, cavando aquí, explotando dinamita allá. Crean de la mina un dédalo que multiplica sus vías, se bifurcan, corren paralelas. No es extraño que los propios mineros se pierdan durante horas o días en su interior. No hay planos. Y eso, cada uno va a su aire. Para llegar a ser socio de la cooperativa debes trabajar un mínimo de ocho años como asistente, cobrando un salario diario de 30 bolivianos (unos 3 euros) por ocho horas enteritas de duro trabajo. Eso sí, los chasquiri (acompañante, generalmente menores de 15 años) cobran 15 bolivianos. Aquí se paga el músculo y la experiencia. Y eso siempre y cuando se dé con una ramificación de la veta. Puedes trabajar durante días por nada. De ese sueldo hay que descontar la parte que va a la cooperativa, los impuestos del estado, y el seguro que algunos -algunos- se hacen.
En la montaña que hizo rica a Europa, en el Cerro Rico, todos son pobres.
Aproximadamente cada año mueren más de un centenar de mineros en Potosí por accidentes. Otro medio centenar más por la llamada muerte tradicional del minero: la silicosis. Puro envenenamiento por el polvo y los ácidos que se traga en los socavones. Además hay que contar con la mala alimentación, pese al duro trabajo. Por culpa de los ácidos que hay en los túneles, por falta de aireación adecuada, no se puede comer nada. Les sentaría mal durante la digestión. ¿Solución? Mascar hoja de coca que hace olvidar el hambre. Eso sí, pueden beber. Agua y alcohol. Un alcohol de 95 grados, que para colmo se llama el buen gusto (industria boliviana) que algunos bajan con algo de agua y unos polvillos naranjas (parecidos al tang) para "darle algo de color". Y calor, imagino.
¿Por qué hay tantos mineros? Porque se gana más que trabajando por la noche haciendo pan, o cobrando tickets en los buses, o bendiendo refresquitos por la calle. Es mejor, evidentemente, ser minero.
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miércoles, 20 de octubre de 2004
Ramiro
Ramiro tiene una cara peculiar y un bigote espeso que invitan hacerle preguntas.
Su historia es larga y dramática. Su abuelo era armenio. "Vino a Bolivia allá 1916 o así... la primera guerra mundial". Cuando le comenté que allá 1915 los turcos había masacrado a dos millones de armenios, contestó tranquilamente: "de eso sería pues".
Este minero tiene 35 años, aunque aparenta muchos más. Le falta la mano izquierda, perdida en una explosión hace dos años. Pero sigue picando.
Dijo algo que me gustó: "tengo 4 hijos, no quiero tener más y ninguno quiero que venga a la mina". Aquí los mineros prueban su bravura por el número de hijos. Y a eso puede ponerle remedio... Otra cosa muy diferentes es si podrá parar la rueda de la historia, la tradición familiar, la putada del destino. La esperanza de vida de un minero es de 40/45 años. ¿Qué harán los hijos de Ramiro cuando él no esté y tengan 12, 13, 14 años? Porque no es nada extraño cruzarte a niños por el interior del monstruo.
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sábado, 16 de octubre de 2004
Doña Asunta
Doña Asunta tiene 60 años y unas manos el doble de grandes que las mías. Es quechua, pero nos entendemos en español. Cuando nos saludamos estamos a 4.300 metros de altura, y cae un sol de justicia. Las nueve de la mañana y el cielo es de un azul milenario. No hay nubes, ni se anuncian en la lejanía. Pero si uno mira a las alturas hay hilos de polvo que salen del Monstruo. Los malos humos del Cerro rico de Potosí.
Doña Asunta lleva 20 años trabajando al lado de la mina de Paillaviri. Son los mismos años que hace que su marido murió en las entrañas del Monstruo, en los túneles de la montaña. Tiene seis hijos y una mirada de bronce. Su cara es puro surco, arada por el sol y el frío andino.
Doña Asunta se deja preguntar y sonríe. Sabe que traigo algo para ella. Le digo que Roberto, un antiguo minero, me ha dicho que viniera a visitarla. Saco el tabaco de liar y me pide uno. Se lo lío con cariño. También le ofrezco una bolsa de hoja de coca. Los dos la necesitamos. Cuesta respirar. Akulliku. Akulliku. Akulliku.
Doña Asunta es una palliri. De las entrañas del Monstruo se pierden o se caen por desidia bloques de roca que los mineros han escarbado de su estómago. Todo aquello que no acaba en los camiones, lo recogen las palliris, generalmente mamitas mayores. Ya casi no queda plata, pero el Cerro Rico sigue dando estaño, zinc, plomo. Las cifras que me da Doña Asunta concuerdan con las de Roberto o la FEDECOMIN (agrupa a las cooperativas de mineros): entre 500 y 700 bolivianos (entre 55 y 80 euros en un cálculo ràpido) cada cuatro meses. Un festival, vamos.
Le pido permiso para fotografiarla y sonríe. Me muestra las hojas de coca, las guarda y extiende el brazo. De su palma aparecen conglomerados de minerales. Es su sueldo para hoy. "Foto" dice, y extiende más la mano. Sentada, mascando coca con pausa, pidiéndole que le encendiera los cigarrillos, daba golpes con una maza sobre unos bloques que se rompían con facilidad. Sus manos expertas botaban o separaban con una rapidez alucinante lo que valía o no la pena.
Nos hemos contado la vida durante unas dos horas y era gracioso verla atenta cuando le explicaba cosas de España. Sólo me ha hecho una pregunta: "¿ya marcha usted?" cuando recogía el equipo fotográfico y le estiraba la mano para saludarla. La despedida ha sido larga.
Cuando caminaba hacia la mina ha llegado un hombre que me ha dado dos gritos. No podía estar aquí. Le he dicho que estaba esperando una autorización de la FEDECOMIN para el lunes y que sólo había venido a charlar con las palliris. Silencio.
Tenía ganas de bajar hasta la ciudad caminando, pero los borrachos me ha desistido de ello. Es un mal minero como tantos, como la silicosis, los accidentes, o el hambre.
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